JOSÉ LUIS CEA: "¿CÓMO USTED ARRAIGA UNA CARTA QUE SE VA A TERMINAR
DE ESCRIBIR A TONTAS Y A LOCAS?"
Chile, 29 de abril 2022
Por Álvaro Valenzuela Mangini
“Más de cinco décadas como académico en la
Universidad Católica. 21 mil exalumnos egresados de ese plantel y de la
Universidad de Chile. Un centenar de ayudantes, hoy convertidos en
profesores... Los números que resumen la trayectoria de José Luis Cea son
elocuentes. Considerado uno de los constitucionalistas más destacados del país,
protagonista de distintos procesos de reforma y expresidente del Tribunal
Constitucional, se apronta a agregar otro hito con el próximo lanzamiento de la
quinta edición del primer tomo de su Derecho Constitucional Chileno: un trabajo
de más de 600 páginas, actualizado para abordar incluso el proceso
constitucional en marcha.
Pero, aunque a sus 81 años Cea tiene motivos para
estar satisfecho, su ánimo es de preocupación. "La conversación nos ha
llevado por un panorama que no puede ser alentador", dice cuando ya está
por concluir esta entrevista, resumiendo su inquietud por el curso que ha
seguido el trabajo de elaboración de una nueva Carta. Porque el académico no
oculta su desconcierto frente a las disposiciones ya aprobadas por el pleno y
las que avanzan a serlo. Su cálculo es que bien podría llegarse a unos 600
artículos.
¿Eso va a tener nuestra Constitución?
Es que no va a tener eso, yo creo que no puede
ser aprobada. Porque si usted lee este documento con buena fe, usted dice en
qué momento se han escrito estas disposiciones y se han aprobado por dos
tercios. Aquí casi no hay reserva de ley, está todo dicho... ¡hasta los
bomberos aparecen con tres artículos! Los grupos de interés, los grupos de
presión, los grupos de tensión prácticamente se hicieron de este texto. Para
qué decirle los pueblos originarios... Una especie de complicidad entre los
constituyentes y los pueblos originarios en virtud de esta actitud tan
irreflexiva de los plebiscitos y referendos del año 2020.
¿Cómo se llegó a esta situación?
Lo aborda en su libro. La tesis es que durante el
último medio siglo ciertos sectores han promovido una demolición institucional
que si primero tuvo como blanco las instituciones de la Constitución de 1925,
después se expresaría en el cuestionamiento de la transición democrática,
denostada por quienes agrupa bajo el concepto de "autoflagelantes" y
que han logrado instalar la visión de un Chile expoliado bajo el
"neoliberalismo" más brutal. Los sucesos de 2019 les dieron la
ocasión para imponerse. Este último punto también lo analiza. Está convencido
de que aquel 18 de octubre el país vivió una "asonada" de violencia,
pero que nunca tuvo la fuerza suficiente como para haber puesto efectivamente
en riesgo la continuidad democrática. "Mi hipótesis es que no hubo en
Chile un movimiento revolucionario y deduzco inmediatamente una consecuencia:
se equivocó el Presidente Piñera".
¿En el tema de la Constitución?
Meridianamente se equivocó. Y todos estos
reconocimientos ex post que ha hecho, en cuanto a que una Constitución mala no
debiera aprobarse, son una cierta justificación de lo que fue un error craso.
El 15 de noviembre de 2019, cuando se firmó ese acuerdo, fue un triunfo notable
de esos sectores. La Constitución aparecía en el decimonoveno lugar de las
preferencias de la ciudadanía, pero esa noche estaban todos felices con la nueva
Constitución y el fin de la violencia, los dos pilares del acuerdo. El
Presidente creyó que con eso iba a descomprimir la situación y se iba a hacer
paz en el país. Pero la paz nunca existió; los autoflagelantes jamás dejaron de
ejercer su presión hasta el día de hoy.
La gran apuesta era que la Constitución
permitiría encauzar y resolver nuestros problemas. ¿Fue una ilusión?
Nunca las Constituciones han sido solución para
las asonadas. Las asonadas son derivaciones de una patología política. La política
es noble y legítima, y tiene mucho que ver con solucionar el problema, pero no
una Constitución, que es una hoja de papel. Si esa hoja de papel —como decía
Jean Jacques Rousseau— no está grabada en el alma de la gente, no sirve para
nada, es un libro. Hay que rescatar la política, en el sentido legítimo que
tiene gobernar el país con respeto de la dignidad humana, la idea de progreso y
de cambio como esfuerzo común... Yo no veo eso hoy. El proceso político está
lleno de patologías. Este país está muy carcomido por el terrorismo. Yo fui un
admirador y amigo de Jorge Millas, y leo y releo su librito sobre la violencia.
Dice: no me confundan el ejercicio de la autoridad firme con violencia. Aquí,
sin embargo, se confunde el ejercicio de la autoridad con la violencia y eso
lleva a que se paralice el orden público.
"No es que yo sea partidario de la
Constitución de 1980, o de la Constitución de 2005, o de la que ya tiene 61
reformas. Lo que digo es que una Constitución tiene que ser enraizada, tiene
que ser, en un acto de introspección colectiva, como decía Jaime Eyzaguirre,
internalizada en el espíritu de la gente. Entonces, por defectuosa que sea,
usted perdona muchos defectos de la Constitución y aboga por las reformas, por
los cambios. Pero, ¿cómo usted arraiga una Carta Fundamental que se va a
terminar de escribir a tontas y a locas?".
¿Qué impresión le deja leer los artículos ya
aprobados?
Hay un secreto que no he terminado de descubrir:
¿quién redacta estos artículos? En un momento pensé que conocidos míos por
quienes tengo gran aprecio como Agustín Squella, Felipe Harboe, incluso la
Patricia Politzer, la Constanza Hube, serían los que estarían redactando. Pero
al parecer no es así. Es otro grupo de personas que vienen con este arrastre de
cambiarlo todo. Los encuentro mal redactados y sustantivamente equivocados.
¿No es
solo un problema de forma?
Decir que Chile es un Estado social de derecho es
falso. ¿En qué consiste el Estado social de derecho si se suprime la
subsidiariedad y no se declara ahí mismo, en la primera cláusula, que el Estado
social de derecho es subsidiario y solidario? Eso invita a la sociedad civil a
participar, obligadamente si es necesario, a compartir, para que la lección que
significa el 18 de octubre no se repita. Pero Estado social de derecho, como se
concibe, sobre la base de aplaudir que se termina la subsidiariedad y se
declara una “república solidaria”, son errores conceptuales. "Para qué
decir lo que se ha hecho con el Senado. El Senado, que no lo vamos a liberar de
críticas, tiene en general una trayectoria ampliamente legitimada. De allí han
salido las mejores figuras de la política chilena. Ni siquiera lo transforman;
lo eliminan y arman una institución, más bien una organización, que queda al
margen del Congreso Nacional. Que no es nada en definitiva".
Y la justicia, ¿cómo está quedando?.
En el orden macro, desaparece el Poder Judicial.
En todas partes se llama "Poder Judicial" porque lo dignifica, lo
realza, lo lleva a su lugar... Pero aquí se habla de “sistemas de justicia”,
¿por qué? Por otra parte, ¿dónde queda la igualdad ante la justicia si existen
pluralidad de sistemas, con jueces propios, con ordenamientos procesales
propios, con códigos sustantivos diferentes? ¿Cómo entonces va a ser un régimen
de justicia que cumpla con el canon esencial de la igualdad y del proceso
justo, que debe ser común a todos? Además, con una Corte Suprema jibarizada al
extremo, con todos los jueces convertidos en jueces temporales. Con un Consejo
de la Judicatura... Yo estudié el tema a petición de don Patricio Aylwin hace
cuarenta años, pero no le voy a alargar mi respuesta. Simplemente me refiero a
Antonio La Pergola, que fue presidente del Consejo Constitucional de Italia y
de la Comisión de Venecia. Él estuvo en Chile y yo lo invité a una cena con
constitucionalistas. Uno de ellos le preguntó: ¿y qué le parece el Consejo de
la Judicatura? No hagan tal, fue su respuesta: el de España ha funcionado muy
mal y el de Italia, peor... hasta esa fecha no se había podido constituir. Yo
no soy tan derogatorio porque creo en la necesidad de que la Corte Suprema se
libere de todas esas cargas administrativas. Pero llevarlo al extremo que
quieren aquí, en que prácticamente se subordina todos los tribunales a lo que
se diga políticamente por el Consejo de la Magistratura...
En este proceso se han incorporado nuevos
términos, como la plurinacionalidad, el enfoque de género, etc. ¿Qué le
parecen?
Me parecen, por calificarlos moderadamente,
inexactos, inadecuados, inconvenientes, extraordinariamente polisémicos y que
va a ser muy difícil llevarlos a la práctica. Va a haber una judicialización
extrema de la vida en Chile, con los problemas que eso tiene y con un Poder
Judicial que va a estar buscando su identidad y mirando al Consejo de la
Magistratura a cada rato porque lo va a fiscalizar.
Hay quienes han dicho que, independientemente de
estas polémicas, la gente va a adherir a la nueva Constitución porque tendrá
todo un extenso catálogo de derechos sociales.
La extensión del catálogo de derechos sociales no
significa que la Constitución sea socialmente comprometida con el bien común.
Se pueden incluir fácilmente numerosos preceptos de derechos que después no se
puedan llevar a la práctica. Y, por el contrario, existe el peligro de que se
explote maliciosamente un catálogo extensísimo de derechos sociales con el
objeto preconcebido de captar votos a través de lo que es demagogia y
populismo. Hay que estar alerta y denunciarlo.
¿Es corregible todo lo que usted advierte?
El curso de los acontecimientos no tiene
corrección. Esto, con un país demolido y que sigue siendo objeto de demolición
por la incapacidad total de hacer imperar el orden público, y donde también el
populismo ha tenido un rol decisivo. Pero en ese ambiente, que no es de
optimismo, hay que hacer un esfuerzo al estilo de lo que fue el Acuerdo
Nacional. Llamar a crear ese consenso básico y fundamental de unas cien,
doscientas personalidades que puedan efectivamente decir: Chile merece ser
reencauzado. Y entonces, en una decena de ideas matrices que se pueden
encuadrar en dos o tres páginas, se tracen las ideas fundamentales de un nuevo proceso
constituyente. Expresar qué esperamos del Estado de Derecho, qué entendemos por
Estado social de derechos, por qué abogamos por una subsidiariedad con
solidaridad, por qué estamos en favor de una regionalización, pero no por una
atomización de la soberanía nacional, por qué creemos en un Poder Judicial
único y legítimo, e igual para todos, y así sucesivamente. Ese grupo de ideas
matrices, planteadas resueltamente por un elenco de cien, doscientas
personalidades llamando en todo el país a seguir el proceso constituyente, no a
detenerlo, no a quebrantarlo, pero a reencauzarlo. Y que entonces se piense que
una eventual derrota en el referendo del 4 de septiembre no significa, como se
ha dado a entender por algunos, la entronización de la violencia. Al contrario,
es rescatar las ideas que ya se han puesto en el proceso constituyente para
seguir adelante. "Pero esto hay que hacerlo pronto, no ex post. Que en ese
decálogo quede plasmada la esencia de la tradición democrática y constitucional
del país. Ya se perdió una gran oportunidad en este proceso constitucional caro
y largo. Yo creo que esto no se salva ya, a menos que venga a última hora una
gran rectificación en la comisión de Armonización. Pero esta tiene muy pocas
facultades. Hay que ir creando el ambiente, la convicción de que el 4 de
septiembre no es el fin de Chile ni es el desorden ni la anarquía, ni la
violencia, sino que es una nueva oportunidad para pensar lo que debe ser el
país en el futuro".
¿Y
quién debería continuar el proceso constituyente?