POR QUÉ NOS AFERRAMOS A LO QUE CREEMOS, AUNQUE NOS
MUESTREN HECHOS QUE LO DESMIENTAN
Chile, 20 de agosto 2022
Por BBC
News
"Los hechos primero". El
eslogan de la cadena estadounidense de noticias CNN sostiene que "una vez
establecidos los hechos, se pueden formar las opiniones". El problema es
que, aunque suena lógico, esta atractiva afirmación es una falacia que no está
respaldada por la ciencia.
Los estudios de psicología cognitiva y
neurociencia han descubierto que suele ocurrir exactamente lo contrario cuando
se trata de política: La gente se forma opiniones basadas en emociones, como el
miedo, el desprecio y la ira, en lugar de tomar en consideración los hechos.
Los nuevos acontecimientos no suelen hacer cambiar de opinión a la
gente.
Yo estudio el desarrollo humano, la
salud pública y el cambio de comportamiento. En mi trabajo, veo de primera mano
lo difícil que es cambiar la forma de pensar y los comportamientos de alguien
cuando se encuentra con nueva información que va en contra de sus creencias.
La visión del mundo, incluidas las creencias y opiniones,
comienza a formarse durante la infancia, ya que uno socializa en un contexto
cultural determinado. Esta visión se ve reforzada con el tiempo por los grupos
sociales con los que la persona interactúa, los medios de comunicación que
consume e incluso por el funcionamiento del cerebro. Influye en la forma en la
que la persona se ve y en cómo interactúa con el mundo.
Para muchas personas, un desafío a su
visión del mundo se siente como un ataque a su identidad personal y puede hacer
que endurezcan su posición. A continuación, se exponen algunas de las
investigaciones que explican por qué es natural resistirse a cambiar de
opinión, y cómo se puede mejorar en estos cambios.
No, a lo que va en contra de mis creencias.
En un mundo ideal, las personas
racionales al encontrarse ante nuevas informaciones que contradicen sus
creencias evaluarían los hechos y cambiarían sus opiniones en consecuencia.
Pero las cosas no suelen ser así en el mundo real.
Parte de la culpa la tiene un sesgo
cognitivo que puede aparecer cuando los individuos están ante evidencia que van
en contra de sus creencias. En lugar de reevaluar las posiciones que han
mantenido hasta el momento, las personas tienden a rechazar las pruebas incompatibles.
Los psicólogos llaman a este fenómeno perseverancia en las creencias. Todo el
mundo puede ser presa de esta forma de pensar tan arraigada.
Cuando se presentan hechos -ya sea a
través de las noticias, las redes sociales o las conversaciones con otras
personas- que sugieren que lo que han creído y defendido es erróneo, las
personas se sienten amenazadas.
Esta reacción es particularmente fuerte cuando las creencias en cuestión están
alineadas con sus identidades políticas y personales. Puede sentirse como un
ataque contra uno mismo si se pone en duda una de sus creencias más arraigadas.
Enfrentarse a hechos que no se ajustan a
la visión del mundo que tenemos puede desencadenar un "efecto rebote",
el cual puede acabar reforzando la posición original, sobre todo en cuestiones
con carga política. Los investigadores han identificado este fenómeno en una
serie de estudios, como los relativos a las opiniones sobre las políticas de
mitigación del cambio climático y las actitudes hacia la vacunación infantil.
Buscando la confirmación.
Hay otro sesgo cognitivo que puede
obstaculizar el cambio de opinión y es el de confirmación. Se trata de la
tendencia natural a buscar informaciones o interpretar las cosas de una manera
que respalde las creencias existentes.
La interacción con personas y medios de
comunicación afines refuerza el sesgo de confirmación. El problema con el sesgo
de confirmación es que puede conducir a errores de juicio, porque impide mirar
una situación de forma objetiva y desde múltiples ángulos.
Una encuesta de Gallup de 2016 ofrece un
gran ejemplo de este sesgo. En un periodo de dos semanas durante las elecciones
presidenciales de 2016, tanto los republicanos como los demócratas cambiaron
drásticamente sus opiniones sobre el estado de la economía.
Nada nuevo había ocurrido en el ámbito
económico, lo que cambió es que se eligió a un nuevo presidente de un partido
diferente. El resultado de los comicios cambió la interpretación de los
encuestados sobre la situación de la economía: un sesgo de confirmación hizo
que los republicanos la valoraran mucho más ahora que su hombre estaría al
mando y produjo el efecto contrario en los demócratas.
El cerebro no ayuda.
Los sesgos cognitivos son patrones
predecibles en la forma de pensar de las personas que pueden impedirte sopesar
objetivamente las pruebas y cambiar de opinión. Algunas de las formas básicas
de funcionamiento de tu cerebro también pueden ir en tu contra en este frente.
El cerebro está programado para
protegernos, lo que puede llevarnos a reforzar opiniones y creencias,
incluso cuando son erróneas. Ganar un debate o una discusión desencadena un
torrente de hormonas, como la dopamina y la adrenalina. Al ganar una discusión
el cerebro nos provoca una sensación de placer que similar a la que se tiene
durante el sexo, la comida, los paseos en montaña rusa. Ese subidón nos hace
sentir bien, incluso invulnerables y es una sensación que mucha gente quiere
tener a
menudo.
Asimismo, en situaciones de mucho estrés
o desconfianza, el cuerpo libera cortisol. Esta hormona puede
secuestrar nuestros procesos de pensamiento avanzado, la razón y la lógica, lo
que los psicólogos llaman las funciones ejecutivas de tu cerebro. La amígdala
del cerebro se vuelve más activa, lo que controla nuestras reacciones innatas de
lucha o de huida cuando nos sentimos amenazados.
Durante la comunicación, las personas
tienden a elevar la voz, a rechazar y a dejar de escuchar cuando estas
sustancias químicas recorren su cuerpo. Una vez que se tiene esa mentalidad, es
difícil escuchar otro
punto de vista. El deseo de tener la razón, combinado con los
mecanismos de protección del cerebro, hace que sea mucho más difícil cambiar
las opiniones y creencias, incluso en presencia de nueva información.
Entrenándonos para ser mentes abiertas.
A pesar de los sesgos cognitivos y de
que la biología del cerebro que dificultan el cambio de opinión, hay formas de
burlar estos hábitos naturales.
Hay que trabajar para tener una mente
abierta. Hay que permitirse aprender cosas nuevas. Hay que buscar puntos de
vista desde múltiples ángulos sobre un tema e intentar modificar nuestras
opiniones a partir de pruebas precisas, objetivas y verificadas.
Se debe desconfiar de la repetición, ya
que las afirmaciones repetidas suelen percibirse como más veraces que la información
nueva, por muy falsa que sea la afirmación repetida. Los manipuladores de las
redes sociales y los políticos lo saben muy bien.
Presentar las cosas de forma no
conflictiva hace que la gente evalúe la nueva información sin sentirse atacada.
Insultar a los demás, o sugerir que son ignorantes o mal informados, por muy
equivocadas que sean sus creencias, hará que esas personas a las que intentas
influir rechacen tus argumentos. En su lugar, hay que intentar hacer preguntas
que lleven a la persona a cuestionar lo que cree. Aunque las opiniones no
cambien en última instancia, las posibilidades de éxito son mayores.
Debemos reconocer que todos tenemos
estas tendencias y que tenemos que escuchar respetuosamente otras opiniones.
Hay que respirar profundamente y hacer una pausa cuando se sienta que el cuerpo
se prepara para una pelea. Y, por último, debemos recordar que está bien
equivocarse a veces, pues la vida puede ser un proceso de crecimiento.”