NOSOTROS LOS
REPRESENTANTES: VENEZUELA Y EL NACIMIENTO DE SU RÉGIMEN REPRESENTATIVO
(1810-1830)
14 de marzo2021
Por Tomás Straka
II/II
“De ese modo los realistas pudieron
llamar a Bolívar tirano, de la misma manera que los patriotas
llamaron tirano a Monteverde. Pero era sólo el inicio del
torbellino. En pocos meses José Tomás Boves acabó con los Estados de Venezuela
y de Oriente (el país se había dividido en dos) a la cabeza de una insurrección
popular, entró en Caracas y tomó providencias sin hacerle ningún caso al
Capitán General enviado desde España Juan Manuel Cajigal. Así encontramos una
vez más gobiernos de facto en ambos bandos. Derrotados Bolívar y Mariño, son
desconocidos por sus subalternos Ribas y Piar, y enviados al exilio. Ribas
enfrenta a Boves. Éste muere en batalla, pero Ribas es derrotado, capturado y
ejecutado. Ese es el panorama con el que se encuentra en 1815 Pablo Morillo,
cuando llega de España con un ejército que tenía el objetivo de poner orden
tanto entre los patriotas como entre los realistas. Es prolijo hablar de todas
las peripecias que intentan los rebeldes republicanos para reorganizar la
república, pero tan rápido como en 1816 sus guerrillas toman bastante forma en
el Oriente, y un año después logran tomar toda Guayana después de una sucesión
de éxitos militares, sobre todo de Manuel Piar. Es el punto al que queremos
llegar: ¿qué fue lo primero en lo que pensaron? En reorganizar la república a
través de la convocatoria de Congresos. El dato no es menor para entender su
papel otorgando legitimidad.
El Congreso de Cariaco –despectivamente
llamado por la tradición bolivariana Congresillo de Cariaco– de
1817, en parte quiso reconducir la institucionalidad de 1812, y en parte fue
una movida para aminorar el poder de Bolívar, incorporándolo a un triunvirato
con Mariño (es decir, los líderes orientales) y el P. José Cortés
Madariaga, que más o menos era un vínculo directo con el primer Congreso. Pero
Bolívar, casi mejor en la política que en el campo de batalla, supo moverse
bien: sus militares leales desconocieron este Congreso como una usurpación
(¡otra más!), logrando que se autodisolviera, en tanto él convocó a elecciones
para reunir otro congreso, el de Angostura, que se reúne en 1819. Era una
maniobra que mataba las aspiraciones de Mariño de compartir el poder, y que
volvió a poner en cuestión el tema de la legitimidad. Los comicios de los que
salieron sus diputados no dejaron de ser polémicos. Realizados fundamentalmente
en los cuarteles, debido a que la mayor parte del país seguía en manos
realistas[9],
produjeron el más importante documento realista del período: el Manifiesto
de las Provincias de Venezuela a todas las naciones civilizadas de Europa,
fechado en Caracas el 6 de abril de 1819, y traducido al inglés y al francés.
Es básicamente la respuesta de la representatividad tradicional, expresada en
los Ayuntamientos de las ciudades de españoles y de indios del país en manos
realistas, a la representatividad moderna que de algún modo se estaba llevando
a cabo en Angostura. Los auténticos representantes del pueblo, alegaban, eran
ellos, y se mantenían leales al Rey[10].
Lo de Angostura les resultaba una farsa sólo para entronizar a Bolívar.
El Manifiesto no
discute si las elecciones fueron limpias y competitivas. Para el Manifiesto el
problema era la idea en sí de representación que encarnaba. Para estos
venezolanos –y eran muchos- las conclusiones de los diputados de 1811 no eran
las correctas. La representación era corporativa y si algún congreso hubiere de
reunirse, tendría que ser el de los cabildos, o en todo caso los delegados que
estos nombraran. Si no hubiera otras pruebas para confirmar hasta qué punto
el quid de la disputa de la independencia estaba en lo
institucional este documento sobraría para probarlo.
El Segundo Congreso de Venezuela y la
República de Colombia
El Segundo Congreso de Venezuela o
Congreso de Angostura, corrió con mucha mejor fortuna que el primero.
Básicamente le tocó asistir al momento en el que la guerra dio un viraje hacia
la victoria republicana. Eso borró en lo inmediato el tema de la legitimidad de
su representación que enarbolaron los realistas, las dudas por las elecciones
en los cuarteles, el hecho de que hubiera diputados por circunscripciones donde
no podían hacerse comicios o, hecho notable que el Manifiesto no
señaló: que siendo el Congreso de Venezuela, tuviera diputados por Casanare,
una provincia de Nueva Granada. E incluso más: que en unos meses decretara a
toda la Nueva Granada bajo la administración del Congreso venezolano, la
disolviera, autodisolviera a Venezuela y declarara una nueva república,
Colombia, la hoy conocida como Gran Colombia.
Sin duda, el enorme éxito de la batalla
de Boyacá y la captura de Santa Fe y todo el centro de la Nueva Granada,
permitió ajustes tan audaces. Leemos en la Ley Fundamental de Colombia
promulgada el 17 de diciembre de 1819:
El Soberano Congreso de Venezuela, a
cuya autoridad han querido voluntariamente sujetarse los pueblos de la Nueva
Granada, recientemente libertados por las armas de la República, y
considerando:
1.
Que reunidas en una sola República las
provincias de Venezuela y de la Nueva Granada tienen todas las proporciones y medios
de elevarse al más alto grado de poder y prosperidad;
2.
Q Que constituidas en Repúblicas
separadas, por más estrechos que sean los lazos que las unan, bien lejos de
aprovechar tantas ventajas, llegaría difícilmente a consolidar y hacer respetar
su Soberanía;
3.
Que estas verdades altamente penetradas
por todos los hombres de talentos superiores y de un ilustrado patriotismo
habían movido los Gobiernos de las dos Repúblicas a convenir en su reunión, que
las vicisitudes de la guerra impidieron verificar.
Por todas estas consideraciones de
necesidad y de interés recíproco y con arreglo al informe de una Comisión
Especial de Diputados de la Nueva Granada y de Venezuela, en el nombre y bajo
los auspicios del Ser Supremo, ha decretado y decreta la siguiente Ley
Fundamental de la República de Colombia:
Artículo 1.- Las Repúblicas de Venezuela
y la Nueva Granada quedan desde este día reunidas en una sola bajo el título
glorioso de República de Colombia.
Ya en 1813 Bolívar había propuesto la
convocatoria a un Congreso que integrase a representantes de Venezuela y la
Nueva Granada. Aunque el hecho de que fuera ciudadano neogranadino y muy
exitoso oficial de las Provincias Unidas en la guerra civil pudo haber operado
en esto, la verdad es que la idea de algún tipo de confederación ya había sido
planteada por las juntas de Caracas y Bogotá. De hecho, lo que pudiera llamarse
como el primer acuerdo internacional de Venezuela, fue el Tratado de Alianza y
Federación entre los Estados de Cundinamarca y Venezuela, del 28 de mayo de
1810. Según este tratado, Venezuela y Cundinamarca quedan como Co-Estados como
“miembros de un mismo cuerpo político”, una Confederación General en la que
tendrían derechos similares, y a la que se esperaba se integraran Popayán,
Quito y Cartagena[12].
El proyecto no pudo llevarse a cabo por la rápida caída de la república venezolana y la guerra civil neogranadina. Incluso Cartagena propuso por su parte otra confederación con Caracas, pero ahora excluyendo a Cundinamarca, con la que estaba en guerra[13].
En última instancia no se estaba más que reviviendo al viejo Virreinato, con
cuyas provincias más orientales se había creado la Capitanía General de
Venezuela tres décadas antes. Del mismo modo, en Madrid se había llegado a una
conclusión similar, cuando la expedición de Morillo puso a Venezuela y a la
Nueva Granada bajo su comando (aunque en lo civil se nombraron respectivamente
un Capitán General y un Virrey).
Pero como había cosas que unían, otras
actuaban en sentido contrario. El problema intrínseco de representatividad y
legitimidad que tenía el Congreso de Angostura no tardaría de cobrarle a
Colombia parte de sus éxitos. Para mayo de 1821, cuando se reúne el nuevo
Congreso en la Villa del Rosario de Cúcuta, ya Colombia controlaba casi toda la
Nueva Granada, buena parte de Venezuela, Maracaibo y Panamá (que deciden
voluntariamente unírsele), pero sabiendo que eso no bastaba para ser legítimo,
se había tenido el cuidado de hacer unas elecciones mucho más transparentes a
lo largo de 1820. Este congreso, conocido como Congreso de Cúcuta, será el
primero (y en realidad único) colombiano, ya que el de Angostura
era de Venezuela. Su labor legislativa fue muy importante, y crea nada menos
que la Constitución de 1821 (que por eso se conoce como Constitución de
Cúcuta). No obstante, otra vez, el problema de la representación no tardará en
aparecer. Caracas y Guayaquil son incorporados a Colombia en los siguientes dos
años. Para ambos el proceso fue traumático, porque eran territorios con una
fuerte vocación independentista, que se hallaron con el hecho consumado de
formar parte de un nuevo Estado en cuya construcción habían tenido poco (o en
realidad nada, en el caso de los guayaquileños), que ver.
Caracas es incorporada a Colombia
después de la batalla de Carabobo, en junio de 1821. Aunque al principio la
victoria de Bolívar acalló cualquier disgusto, cuando su municipalidad jura la
Constitución de Cúcuta el día de Navidad de 1821, lo hace manifestando sus
reservas ante ciertos artículos y señalando que recomendaría reformas (que no
estaban estipuladas en el texto legal hasta 1831, diez años después de su
promulgación). Más adelante, el tema de la ilegalidad e ilegitimidad de Cúcuta
y Angostura volvería a ser sacado a luz por los separatistas. El caso de
Guayaquil era aún más complicado, porque se trababa de un estado independiente
al que básicamente Bolívar anexiona ocupándolo con el ejército. Hubo, sí, otras
interpretaciones y los motivos del Libertador no carecían de fundamento, pero
aún hoy los guayaquileños más críticos y autonomistas siguen acusándolo de
haber dado un golpe y hecho una invasión.
No es de extrañar, por lo tanto, que
hayan sido Caracas (1826) y Guayaquil (1827), los que iniciaron los dos
movimientos separatistas de Colombia. De las dos, la primera –conocida como La
Cosiata- fue la que llevaría a toda la república a una crisis institucional de
la que no pudo recuperarse. Mientras a Guayaquil se la pudo someter rodeándola
con el ejército y finalmente ocupándola sin grandes problemas, lo de Venezuela
rápidamente escaló a otro nivel. El mismo Bolívar tuvo que ir a su tierra natal
y allí desplegar todas las dotes de político avezado que era. Comprendió que
sólo había dos opciones: o la guerra, en un país amplio y muy acostumbrado a
los combates; o hacer concesiones a ver si se podía salvar algo. Optó por lo
segundo. Primero, otorgó una franca autonomía, que en realidad no era más que
darle un barniz de legalidad a la que ya había. Así nombró a José Antonio Páez,
que se había convertido en el líder de la rebelión, Jefe Superior Militar y
Civil de Venezuela. Era un cargo inventado a su medida, es decir, un
reconocimiento a su poder. Por la otra, y en contravía de lo establecido por la
Constitución, acepta convocar a una asamblea para hacerle reformas.
Estos sucesos desencadenan una verdadera
reacción en cadena que en dos años acabaría con Colombia. La Convención de
Ocaña, convocada para reformar la constitución y terminada en un rotundo
fracaso, fue una maniobra que dio paso a la proclamación de la Dictadura de
Bolívar en 1828, y de allí al intento de magnicidio y a la guerra civil
(alzamientos de Obando y de Córdoba), la guerra con Perú, que fue una victoria
amarga (casi podría decirse que terminó a tablas), y en 1830 al trepidante acto
final: la secesión de Venezuela, la renuncia del Libertador, el golpe de Estado
y la dictadura de Rafael Urdaneta, mientras Venezuela y después Ecuador se
organizaban como Estados independientes.
La larga tradición representativa, a
modo de conclusión
Colombia terminó sucumbiendo a la tiranía
y a la anarquía. Sus últimos años se parecieron demasiado a los bochinches venezolano
y neogranadino de 1812 a 1815. Pero que aquello se haya tratado de resolver –y
a su modo resuelto- con la invocación de la representación nacional, nos indica
que al menos este principio estuvo entre las cosas que quedaron en firme de
todo aquello. Es cierto que en la crisis reaparecieron fogonazos de la idea de
representatividad tradicional, como la apelación de Bolívar a la solicitud de
muchas municipalidades para que asumiera la dictadura en 1828, o la
convocatoria de Páez en noviembre de 1830 a que los venezolanos se reúnan en
asambleas para que expresen sus ideas sobre lo que debía ser el destino del
país. Eso lo seguiremos viendo en Venezuela hasta los días de la Guerra
Federal. Pero el punto fue lo que hizo Páez con el dictamen de la más
importante de las asambleas, la que se dio el 25 y 26 de noviembre de 1829 en
la iglesia de San Francisco de Caracas (y por eso conocida como Asamblea de San
Francisco). Como era de esperarse, propuso la separación del gobierno de
Bogotá. En respuesta, el 13 de enero de 1830 Páez publica varios decretos en
los que organiza el gobierno y convoca a elecciones para un Congreso propio,
que se reuniría en Valencia el 6 de mayo (conocido como Congreso de Valencia)[14].
Una vez más el Estado venezolano nacía
de la convocatoria a un congreso de los representantes de la nación. Y una vez
más se hacía en enfrentamiento a otros representantes que estaban fuera del
país, en este caso al Congreso Admirable que se reuniría en Bogotá el 20 de
enero, y a los que ya no se les consideraba legítimos. A diferencia de 1811 o
de 1819 ya no se discute sobre la naturaleza de la representación, que
definitivamente es la moderna. Pero queda patente, una vez más, que: a.)
Venezuela se constituye como Estado, en los dos momentos en lo que lo hizo, con
base en el principio de la representatividad; b.) que por mucho que sería
golpeada en los siguientes dos siglos, y que lo siga siendo incluso hasta hoy,
la soberanía nacional expresada a través del voto, es la base de toda
legitimidad; c.) y que ese es uno de los legados éticos más importantes que nos
dejó nuestro período fundacional, la honda raíz de toda aspiración a un
gobierno representativo y democrático.
Tomado de PRODAVINCI. Venezuela.