QUÉ ES PROCRASTINAR Y CÓMO DEJAR DE HACERLO
Madrid, 13 de septiembre 2023
Por Aesthesis Sicólogos
“¿En qué consiste la
procrastinación? ¿Cómo se puede identificar? ¿Qué podemos hacer para evitarla?”
Qué es Procrastinar
Etimológicamente el término “procrastinación” proviene
dellatín procrastinare “dejar un
asunto para mañana, aplazar”, pro
“adelante” y crastinus “referente
al día de mañana, al futuro”, así, procrastinar consiste en la dificultad para iniciar
actividades, y comprometerse con las mismas, a pesar de resultar importantes
para la persona, llevando a cabo tareas distintas de las que se había propuesto
en un principio.
En lenguaje cotidiano, procrastinar se refleja
en la expresión común “dejar las cosas para mañana”, en el sentido de
postergar actividades más o menos planificadas, y se trata de una dinámica
ampliamente instalada en la conducta de los que día a día lidian con el
conflicto que supone gestionar unos recursos para lograr objetivos.
Procrastinar es postergar, diferir, y se trata
de un hábito pernicioso que a medio-largo plazo comporta consecuencias
indeseables en distintas esferas de la vida,
como la laboral, la de pareja, la de las relaciones sociales o la académica.
Retrasarse en una tarea puede ser causa de amonestación en el trabajo, y no
afrontar el estudio por disfrutar con los amigos puede originar un fracaso
académico, por ejemplo.
Pero no solo supone un enemigo de la
eficiencia en términos objetivos por el aplazamiento de tareas concretas, sino
que podemos encontrarnos, incluso, aplazando decisiones de índole más
trascendente, y que conlleven consecuencias más complejas. Por
ejemplo, retrasar una revisión médica puede acarrear graves consecuencias.
Sin embargo, identificar la
procrastinación en ocasiones puede resultar difícil, pues a menudo se camufla
entre un gran abanico de emociones. No obstante, es importante poder hacerlo,
dado que es una dinámica que frena nuestra vida y en
algún aspecto la detiene, alejándonos de nuestros objetivos y, en ocasiones,
incluso de nuestros valores.
Ante todo lo expuesto, resulta necesario
familiarizarse con este hábito con el fin de amortiguar su impacto, aprendiendo
pautas que permitan “desoír” esa voz interna que de forma traicionera y
con frecuencia nos susurra “déjalo para mañana” …
Cómo
dejar de procrastinar
Se puede encontrar un perfil heterogéneo de
personas que procrastinan, ya que no en todos los casos existe un origen
común. Procesos como la memoria o la atención,
muy importantes para que el cerebro organice y planifique tareas, se ven
afectados con frecuencia cuando las personas padecen ansiedad, depresión o
trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad, aumentando la
probabilidad de que aparezca la procrastinación.
Pero en general, distintas motivaciones nos
pueden llevar a todos, en un momento dado, a procrastinar, entre las que
destacan las mencionadas a continuación.
Perfeccionismo y miedo al fracaso
Cuando la valía como persona se define en
función de los propios resultados en un ámbito de la vida, la posibilidad de
merma en la autoestima es constante. La búsqueda de la excelencia mediante el
esfuerzo es un arma de doble filo en estas situaciones. Lo que es tomado como “imperfecto” causa un
sentimiento de incompetencia que anima a evitar la tarea. En
lo académico o en lo laboral se manifiesta mediante la ansiedad a la hora de
ejecutar o anticipar la tarea, sumiendo a la persona en un bloqueo. Otro
enfoque es auto-aplicarse la consabida frase: “si lo hubiera intentado lo
habría conseguido”, atribuyendo el abandono de la tarea a la falta de tiempo.
No es cuestión de quitarle valor al
esfuerzo y al buen hacer, sino de comprender que los resultados, a veces, son
ambiguos. No suele haber una solución única ni un
consenso establecido de lo que es “perfecto”, y en ocasiones nos autoexigimos
en exceso.
Rabia e impaciencia
Cuando alguien piensa que debería “poder
con todo”, y se encuentra con sus limitaciones, puede aparecer una sensación de
impotencia, precipitando el enfado y la consecuente pérdida de tiempo que
conlleva. En este escenario, la persona se coloca en una espiral de frustración
y enfado hacia sí misma, lo que empeora aún más la situación, cayendo en la
procrastinación.
En estas ocasiones se debe desinflar la
percepción sobre las propias capacidades, ser consciente de que las tareas
asumidas son excesivas para nuestros recursos, aprendiendo al mismo tiempo a
asumir nuestros límites.
Necesidad de sentirse aceptado por los demás
La persona que actúa en base a la
aceptación que obtiene del resto, cree que es dicha aceptación lo que la
convierte en “alguien válido” y, por tanto, tratará de congraciarse con todos,
independientemente de las demandas que estos le hagan. Como consecuencia, irá
postergando las propias actividades a medida que va realizando las actividades
que le solicitan los demás. Esta dinámica va acompañada, además, de ansiedad y
de sentimientos de culpa, pues es imposible agradar a todos.
Hacer frente a esta situación pasa por aceptarse a uno mismo, con sus virtudes y defectos, y aprender a priorizar siempre los objetivos personales frente a los de los demás, algo fundamental para el desarrollo individual, y para evitar procrastinar.
Sentirse saturado
Bajo la creencia de que “todo se tiene
que hacer con suma rapidez y de forma simultánea”, cuesta mucho priorizar
actividades. El resultado es una sensación de agobio, de saturación, que puede
generar una serie de emociones y sentimientos (angustia, desidia, pasar largos
ratos entre lamentos…) que finalmente conducen a la procrastinación. Además, en
ocasiones se acaba dando crédito a la idea de que resulta más fácil evitar una
tarea que afrontarla, pensando incluso que las cosas se arreglarán por sí solas
si se espera lo suficiente.
Para afrontar esta situación se debe aprender a diferenciar lo importante y
lo urgente, lo aplazable y lo inaplazable, estableciendo prioridades y
respetando los tiempos necesarios para cada tarea.
Impulsividad
En esta misma línea, en ocasiones las
personas empiezan varias tareas a la vez sin planificar adecuadamente la
estructura que les conducirá a realizarlas. De nuevo, la urgencia por acabar
todo, y la consecuente frustración por no poder hacerlo, genera en la persona
la sensación de que las actividades de la vida diaria pueden ser difíciles de
gestionar.
Para evitar llegar a este punto, es necesario
organizar la secuencia de obligaciones que se requieren para terminar la tarea,
hacer una adecuada valoración de los tiempos que se necesitan, y evitar empezar
nuevas tareas sin haber acabado las previas.
La procrastinación puede
convertirse en un poderoso enemigo de nuestras metas, alejándonos de ellas y
entorpeciendo nuestro camino. En la sociedad actual, se presta tanta atención a
“los objetivos finales” que habitualmente se obvia la importancia de la vía
para alcanzarlos, de los pasos a seguir, lo que transmite una sensación de
urgencia, de inquietud y de agobio, que se asocian a la procrastinación. Es por
ello imprescindible la organización coherente, la priorización de los objetivos
y la gestión eficiente de nuestros recursos, combinando en el proceso
actividades más tediosas con otras que nos permitan disfrutar del camino a
seguir.”